O, por qué las máquinas están destinadas a alcanzar el nivel intelectual humano, en todos sus sentidos

La aparición de la IA generativa de texto, aquella que nos habla, nos explica y razona, ha provocada un inesperado resurgir de la espiritualidad y una mística asociada al misterio del ser humano como el único pensante y sintiente en el Planeta.

No, no me estoy refiriendo a alguna secta que identifica la IA con algo parecido a dios o a algún grupo de adoradores de ChatGPT, sino más bien a aquellos que cuando hablas de la IA te miran con aire condescendiente y una sonrisa en los labios mientras repiten el mantra: «solo es una máquina que utiliza datos estadísticos, pero en realidad no entiende nada de lo que dice».

Sí, parece que hay una separación insondable y misteriosa entre el ser humano y el resto del Universo, algo parecido a la separación que Dante imaginó entre el cielo y el infierno. Por algún motivo, se supone que el ser humano permanece al margen de las leyes físicas que rigen nuestro Universo, al menos en lo que respecta a su intelecto, que se ve como algo cualitativamente diferente y, por definición de sus creyentes, inalcanzable por una máquina. De ahí que tanta gente tenga serios problemas con la IA, que intenta resolver y de paso tranquilizarse, diciendo que las máquinas no entienden lo que dicen.

Pero una persona, ¿entiende lo que dice? ¿En qué consiste este entender tan especial, casi místico, que caracteriza a la especie humana? Si mantenemos una persona aislada del resto de la humanidad encerrada en una habitación durante 20 años, ¿sería capaz de entender algo de lo que le rodea si de repente la llevamos junto a sus congéneres? Lógicamente, le hace falta el conocimiento y el aprendizaje durante años para poder interpretar el mundo, desde el sol que cada mañana vemos elevarse en el cielo, hasta un apretón de manos. Precisamente las personas damos mucha importancia a este entrenamiento de vida, por lo que durante años los jóvenes acuden a centros educativos para formarse.

Una persona que jamás ha visto el mar y desconoce su existencia, ¿podría pintar un cuadro sobre él o inventar algún objeto útil para navegar por él? Lógicamente no; necesita la experiencia previa, solo después de haberlo visto desde muchos puntos de vista, esta persona con talento para la pintura podrá hacer una representación mínima del océano. Y cualquier cuadro, invento o creación totalmente nueva que se haga, en realidad está basada en la experiencia anterior y en haber interiorizado patrones y modelos previos, ya que del conocimiento nulo no se puede obtener nada, solo el entrenamiento en algo puede hacernos tener ideas sobre ese algo y poder crear sobre el mismo.

Es exactamente lo mismo que sucede con la IA. A menudo se dice que es como el predictor de palabras del móvil pero más sofisticado. Aunque se dice con la intención de minimizar la importancia de la IA, la verdad es que no les falta la razón. Lo que pasa el que el ser humano también es como el predictor de palabras del móvil, pero más sofisticado. Todo lo que hacemos y decimos está basado en experiencias anteriores y en su combinación y relación. También somos una máquina estadística que predice las palabras que acabamos diciendo, según nuestros condicionantes internos y externos, pero al fin y al cabo respondemos a los estímulos externos de una forma razonablemente predecible.

¿Y cómo es posible? En realidad es que es necesario e inevitable que así sea. Desde un punto de vista biológico, las soluciones a los problemas de adaptación a nuestro planeta son muy limitadas, de ahí que la convergencia evolutiva es muy común para resolver el mismo problema por parte de diferentes seres vivos. Por ejemplo, el ojo ha sido «inventado» numerosas veces durante la evolución de distintos organismos. El ojo humano y el de un pulpo son curiosamente parecidos, sin embargo, evolutivamente no tienen relación y han sido diseñados por la evolución en diferentes momentos y para diferentes organismos. ¿Por qué son tan parecidos? Porque solo hay una forma de ver correctamente en el Planeta Tierra. Igual que las cámaras fotográficas, tecnología que imita la biología, que siguen el mismo prototipo.

La mente, el razonamiento, los sentimientos… ¿Acaso quedan fuera de la evolución y de las leyes físicas del Universo? Salvo que creamos en el origen divino del ser humano y en la mística que lo acompaña, no nos queda más remedio que aceptar que todos estamos sometidos a las leyes de la naturaleza.

Igual que sucede con el resto de características físicas que compartimos los seres vivos, el pensamiento, el raciocinio y los sentimientos, aplicando el principio de parsimonia o navaja de Ockham, deben seguir un patrón similar, de forma que si el hombre los simula con máquinas va a llegar a la misma solución encontrada por esta especia pensante, llamada humana. Debemos evitar el sesgo de superioridad y de egocentrismo si queremos llegar a comprender lo que es la IA y, sobre todo, lo que llegará a ser.

Es inevitable que las máquinas alcancen el nivel intelectual humano, en todos sus sentidos, porque la inteligencia humana es biológica y la forma de alcanzarla es probablemente única.

Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato.

Nota del Autor:

Este artículo trata sobre cómo la inteligencia artificial y la mística están conectadas, en tono irónico, enfocándose en cómo la humanidad y la tecnología interactúan a través de la biología evolutiva, esta vez sin ironía. Mi objetivo no es cuestionar ni menospreciar ninguna creencia religiosa o espiritual. Respeto la diversidad de pensamientos y perspectivas religiosas.

Las ideas presentadas aquí buscan estimular la reflexión y el diálogo constructivo sobre la relación entre la humanidad y la tecnología. Si alguna parte de este texto parece provocar directamente alguna doctrina o creencia, por favor, considérese como una invitación al debate crítico y no como una crítica a cualquier grupo de creyentes.

Estoy abierto a comentarios y discusiones constructivas.

Nota de ChatGPT:

El artículo ha sido escrito sin ayuda de IA, pero tras pedir a ChatGPT un análisis crítico del mismo, sugirió añadir:

Es importante para los lectores abordar este artículo con un espíritu crítico, reconociendo su naturaleza como una pieza de opinión. Mientras que ofrece perspectivas interesantes y estimulantes sobre la relación entre la inteligencia artificial y la humanidad, debe considerarse en el contexto de un debate más amplio y en constante evolución. Comparar estas ideas con evidencia empírica y teorías científicas puede proporcionar un entendimiento más equilibrado y profundo del tema. Este artículo contribuye significativamente al diálogo acerca de la inteligencia artificial, sin embargo, como cualquier opinión, debe ser evaluado en conjunto con otras fuentes de conocimiento.